martes, 17 de marzo de 2009

Where the streets have no name.

The Joshua tree es el quinto disco de la banda irlandesa U2, que a mi criterio es la banda mas importante y mas grande del mundo en vigencia. Despues sigue Oasis..... ya se que algunos arrugaron la cara. Este album fue el mas importante de la banda, no se si el mejor porque hay otros que son muy buenos. Fue realizado en 1987 y desde entonces ha vendido 25 millones de copias en todo el mundo. El disco como tal es exelente, ya que tiene un estilo único, la sección rítmica en la batería de Larry Mullen jr es muy interesante y compleja. Por otro lado uno de los aspectos mas característicos de U2 es el rol que ocupan las guitarras de the Edge. Le dan una textura a la música, un brillo, un grosor realmente luminoso. El mejor tema del disco para mi es con el que abre, Where the streets have no name, que tiene una fuerza increíble. Le sigue I still havent found what im looking for que es exelente. With or without you es una balada hermosa y probablemente la mas celebrada del disco. En resumen un disco que hay que escuchar, ademas por el buen mensaje y la poesia del vocalista de la banda BONO, el cual incluye en sus discos el mensaje cristiano. Por cierto cuando era joven, Bono asistía a un grupo de jovenes llamado SHALOM. Escuchenlo, si lo quieren yo se los paso.
Les dejo un videito de Where the streets have no name. Por cierto es interesante destacar que fue elegido uno de los mejores 100 albums de musica cristiana contemporanea de todos los tiempos.

lunes, 9 de marzo de 2009

Bajo Belgrano. Spinetta Jade

Los fundadores del Rock argentino son tres. Lito Nebbia, Charly Garcia y Luis Alberto Spinetta. Este último estuvo liderando varias agrupaciones de rock argentino, entre esas Spinetta Jade. Bajo Belgrano es el tercer disco de la agrupación que consiste en César Franov: Bajo. Héctor "Pomo" Lorenzo: Batería. Leo Sujatovich: Teclados. Luis Alberto Spinetta: Guitarra y voz.
Este es un exelente disco en donde la banda deja un poco de lado las tendencias de Rock progresivo para entrar en un sonido mas ochentero y de Rock pop. Una de las favoritas del álbum es Maribel se durmió, ya que tiene una música muy agradable y tierna. Por otro lado canción de bajo belgrano es más al estilo Spinetta, como en los discos anteriores, con acordes complejos y una estructura rítmica y melódica complicada. Vida siempre tambien es uno de los mejores temas del album, con mucha melancolía y sentimiento.
El Disco fue editado en 1983 ( Año en que naci). Bajo Belgrano es uno de los mejores discos de la inmensa obra de Spinetta. El que lo quiera me avisa. Canción de Bajo Belgrano (Spinetta) - 3:32 Vas a iluminar la casa (Spinetta) - 3:12 Maribel se durmió (Spinetta) - 2:34 Vida siempre (Spinetta - L. Sujatovich) - 5:53 Ping pong (L. Sujatovich) - 4:47 Mapa de tu amor (Spinetta - L. Sujatovich) - 4:41 Resumen porteño (Spinetta) - 3:57 Era de uranio (Spinetta - L. Sujatovich) - 4:21 Cola de mono (Spinetta) - 3:19 Viaje y epílogo (Spinetta - L. Sujatovich) - 3:58
Dejo un link para que escuchen Maribel se durmio. http://www.youtube.com/watch?v=Z4jo_ZJSroE

Sobre Mozart no ha caido aun el polvo

CONFESIÓN SOBRE MOZART\
Ultima de las reflexiones teologicas sobre Mozart. Hans Urs von Balthasar3 “Mientras en la frente de toda la música de Beethoven siempre intuimos las gotas de sudor que ha costado a su creador, y en la de Bach al menos el trabajo que ha de haber tras tanta tectónica, tras tantos muros ciclópeos, la impresionante obra de Mozart parece haber surgido sin ningún esfuerzo, haber sido traída al mundo completa, acabada, como un niño, y haber crecido sin ninguna dificultad hasta su madurez. ¿Una fantasmagoría proveniente del tiempo paradisíaco primordial, antes de que el hombre cayera bajo la maldición de “comer pan con el sudor de su frente, labrar el campo con fatiga y dar a luz con dolor”? ¿Y qué tiene que ver entonces este ser excepcional con el cristianismo, donde la maldición del sufrimiento se disuelve por el más profundo sufrimiento sanante de Dios? Pero nosotros, vistos tanto cristiana como mundanamente, ¿no nos hallamos acaso en camino entre el “Paraíso” y el “Cielo”, no surgimos de Dios y vamos hacia Dios, atravesando todas las aguas, todo el fuego, todo el tiempo, todo dolor y toda muerte? ¿Y por qué no hemos de dejarnos guiar, con “La Flauta Mágica”, por un inusitado presentimiento de amor, luz y gloria, de eterna verdad y armonía a través de todas las disonancias de la existencia? ¿Hay una manera mejor, o simplemente otra manera de anunciar la dignidad de nuestra filiación divina, que esta permanente actualización de nuestra procedencia y de aquello hacia lo que aspiramos? Todos aquellos que valieron como ejemplo para la humanidad han intentado hacer esto, y en primer lugar Aquel que se sabía Hijo del Padre y que en todo momento tuvo ante sus ojos su rostro y cumplió su voluntad. Mozart quiere ser su discípulo creando y viviendo, y hace que el canto triunfal de la Creación aún no caída y de la Creación ya resucitada se haga audible, en el cual (como lo creen los cristianos acerca del Cielo) sufrimiento y culpa no se hacen presentes como lejano recuerdo, como “pasado”, sino como presente superado, perdonado, transfigurado. Por ello, nadie puede no advertir en Mozart –dicho esto a pesar de Kierkegaard– el fluido de un Eros dulce, infinitamente joven, que corre a través de todo, como un perfume intenso, enloquecedor: en Cherubino; luego, ya maduro, en el elástico paso del héroe Don Giovanni y, finalmente, en el sonido de corazones destrozados de Così fan tutte y en las largas frías sombras de La Flauta Mágica. ¿Y todo ello no se halla acaso también como en un esbozo en el grandioso Regina coeli (KV 276), en ambas Vísperas, en las Misas, en las que Mozart no consideró necesario disimular su voz y dar un estilo y tono espirituales propios, pues ¿qué ha de ser transfigurado sino la Creación, qué ha de ser redimido y orado sino la Naturaleza, la creatura de Dios? Esto no es “barroco”, sino simplemente cristiano. ¿Pero dónde queda entonces la confesión del pecado? Se ha de decir por cierto que, esta vez, en la confesión de la gracia. ¿Y dónde queda el temor ante el Juicio? Esta vez, oculto en la esperanza y la confianza en la redención. Todo termina en el estremecimiento del Requiem: misterioso fragmento, en el que se quiebra la voz que tanto ha cantado de alegría. Pero cuanto más pasa el tiempo, tanto más esta voz se eleva por encima de otras voces, que parecían iguales, pero que ahora quedan atrás, empalidecen, envejecen, y quizá se hunden como inauténticas. Sobre Mozart no ha caído aún el polvo

jueves, 5 de marzo de 2009

Mozart hace audible la creacion.

MOZART, EL INCOMPARABLE Seguimos con las reflexiones teologicas sobre la obra de Mozart. Karl Barth2 Sigue un texto del teólogo protestante Karl Barth, uno de los más profundos oyentes de la música de Mozart. En su “Dogmática eclesiástica”, al iniciar el tratado de la Creación, le dedica al genio de Salzburgo unas páginas de notable originalidad. “¿Por qué y en qué a Mozart se lo puede llamar incomparable? ¿Por qué ha producido, para aquel que pueda escuchar, con casi cada compás que le pasaba por la cabeza y que asentaba sobre el papel, una música para la cual el término de bella no es la palabra adecuada? (...) ¿Por qué se puede sostener que Mozart tiene su lugar en la teología, en particular en la teología de la creación, y también en escatología? Sin embargo no fue ni un Padre de la Iglesia ni, al menos aparentemente, un cristiano particularmente ferviente y, lo que es más: ¡fue católico! Y cuando no estaba componiendo ¿no parece, al menos según nuestras concepciones, haber llevado una vida un poco ligera? Sin embargo, se le puede otorgar un lugar en el ámbito teológico, porque acerca del problema de la bondad de la creación en su totalidad, supo cosas que escaparon a los verdaderos Padres de la Iglesia, a nuestros reformadores (... y a muchos otros teólogos), o que en todo caso no han sido capaces de expresar y valorizar; y esas cosas, los otros grandes músicos anteriores y posteriores a él, es como si no las hubiesen conocido (...). Respecto del problema de la teodicea, Mozart tenía la paz de Dios, la cual está por encima de la razón, ya sea que ésta adopte una actitud de alabanza o de reprobación, o que se entregue a su ejercicio crítico o especulativo (...) Había escuchado algo y hasta el día de hoy hace escuchar, a quienes tienen oídos para escucharlo, lo que al final de los tiempos veremos: la síntesis de las cosas en su ordenación final. Es como si a partir de este fin él hubiese escuchado el unísono de la creación, a la cual pertenece también lo oscuro, pero cuya oscuridad no es de ninguna manera tiniebla; y también el defecto de ser, que no es de ninguna manera falta; y también la tristeza, que no llega a transformarse en desesperación. Et lux perpetua lucet (sic) eis... Mozart, como cualquiera de nosotros, no vio esa Luz, pero escuchó el mundo creado totalmente aureolado por ella. Era para él algo profundamente natural escuchar más fuertemente el SÍ que el NO, en lugar de un tono neutro en una especie de medio. Sólo escuchaba el NO en y con el SÍ. Pero esta división desigual no le impedía escuchar los dos a la vez. No escuchaba aisladamente uno de los dos, abstrayéndolos. Escuchaba concretamente. Por eso lo que produjo fue y permanece siendo música total. Y al escuchar sin ningún resentimiento y sin parcialidad el mundo de las creaturas, no es su propia música la que él manifestaba en realidad, sino la de ellas, en una alabanza a Dios dual y sin embargo, consonante. Estas consideraciones debían encontrar aquí su lugar, antes que abordemos el estudio del caos, porque en la música de Mozart (me pregunto: ¿es posible encontrar el equivalente en cualquier otro músico que lo haya precedido o seguido?) nos encontramos frente a una prueba luminosa –hasta diría: forzosa– de lo siguiente: es calumniar la creación pretender que ella participa del caos, bajo el pretexto de que ella contiene en sí misma un sí y un no, que ella tiene una faz vuelta hacia Dios y otra hacia la nada. Mozart hace audible que la creación, también en esta faz, y por consiguiente en su totalidad, alaba a su Señor, y que por eso ella es perfecta. En este preámbulo a nuestro problema, Mozart ha puesto orden para aquel que tenga oídos para escucharlo; y lo ha dicho mejor de lo que podría hacerse por medio de cualquier deducción científica”. 2 Karl BARTH, Die kirchliche Dogmatik, III, 3 (Zürich 1950) 337-339 4

lunes, 2 de marzo de 2009

Lo que Dios dio a Mozart para que lo compartiera con nosotros.

La música de Mozart encierra algo misterioso. Parece tener un toque divino. Sobretodo su música sacra, la cual lo hace a uno pensar en realidades que aun no hemos experimentado en su totalidad, como el paraíso por ejemplo. Algunos teólogos importantes consideran la música de Mozart como una obra de alto contenido teológico y no es para menos, cuando uno escucha la maravilla del Requiem, la misa de coronacion, el Ave verum corpus o la gran misa en do menor se da cuenta de ello. La música de Mozart es un don que Dios le dio. He decidido publicar unos textos de algunos de los teólogos mas importantes de los ultimos tiempos. Empecemos por uno de el Papa Benedicto XVI llamado MI MOZART. En los próximos días publicare un poco más de Von Balthasar y Karl Barth entre otros.

MI MOZART Benedicto XVI1 “Cuando en nuestra parroquia de Traunstein, en los días de fiesta, tocaban una misa de Mozart, a mí, que era un niño pequeño que venía del campo, me parecía como si estuvieran abiertos los cielos. Delante, en el presbiterio, se formaban columnas de incienso, en las que se quebraba la luz del sol; en el altar tenía lugar la celebración sagrada, de la que sabíamos que abría para nosotros el cielo. Y desde el coro resonaba una música que sólo podía venir del cielo, una música en la que se nos revelaba el júbilo de los ángeles por la belleza de Dios. Algo de esta belleza estaba entonces entre nosotros. Tengo que decir que algo así me sucede todavía, cuando oigo a Mozart. En Beethoven oigo y siento el empeño del genio por dar lo máximo, y de hecho su música tiene una grandeza que me llega a lo más íntimo. Pero el esfuerzo apasionado de este hombre resulta perceptible, y a veces, en un pasaje u otro, en su música parece notarse también un poco esa fatiga. Mozart es pura inspiración –o, al menos, así lo siento yo–. Cada tono es correcto y no podría ser de otra manera. El mensaje está sencillamente presente. Y no hay en ello nada banal, nada sólo lúdico. El ser no está empequeñecido ni armonizado falsamente. No deja fuera nada de su grandeza y de su peso, sino que todo se convierte en una totalidad, en la que sentimos la redención también de lo oscuro de nuestra vida y percibimos lo bello de la verdad, de lo que tantas veces querríamos dudar. La alegría que Mozart nos regala, y que yo siento de nuevo en cada encuentro con él, no se basa en dejar fuera una parte de la realidad, sino que es expresión de una percepción más elevada del todo, que sólo puedo caracterizar como una inspiración, de la que parecen fluir sus composiciones como si fueran evidentes. De modo que, oyendo la música de Mozart, queda en mí finalmente un agradecimiento, porque él nos haya regalado todo esto, y un agradecimiento, porque esto le haya sido regalado a él.” * * * 1 Benedicto XVI, Mein Mozart, texto publicado en el diario Kronen Zeitung, Viena, 6 de enero de 2006.